Lo primero de todo es conocer qué tipos de piscinas hay: las de obra, que se fabrican principalmente con hormigón; las prefabricadas, donde destacan las de fibra de poliéster; y las desmontables, que pueden ser de madera, resina, PVC o incluso hinchables. Si hablamos de tendencias, las piscinas de arena, minerales y de cristal están entre las opciones más destacadas. Pero ¿en qué se diferencian? Repasamos cada opción:
Piscinas de obra
Este tipo de piscina es el más tradicional y su estructura está hecha principalmente con hormigón, que puede ser con hormigón gunitado y revestimiento de gresite o con hormigón armado y revestimiento de liner (la bolsa de PVC que retiene el agua). También está la opción de elegir un revestimiento de microcemento.
Son las que más tardan en construirse y permiten más alternativas que las prefabricadas, ya que pueden hacerse a medida y permiten tamaños superiores a 10 metros de longitud. Además, suelen ser muy robustas y resistentes.
Los precios de las piscinas de obras dependen de factores como la dimensión (longitud, profundidad...), el diseño y la calidad de los materiales con la que se construya. El precio medio de una piscina de 23 m3 (6x3 metros) puede rondar los 14.000 euros, incluyendo la licencia municipal, la excavación, la construcción y elementos como un foco de luz y una escalera de acero.
Piscinas prefabricadas
Las piscinas prefabricadas son mucho más económicas que las de obra (el ahorro puede rondar el 30%) y se pueden instalar en pocos días. Ahora bien, hay menos modelos disponibles entre los que elegir, sobre todo de tamaño y forma, mientras que pueden ser de una sola pieza o tener un carácter modular.
Al igual que las piscinas de obra, es necesario pedir permiso al Ayuntamiento. De media, el precio suele estar entre 2.000 y 20.000 euros, dependiendo de los materiales, el tamaño, la facilidad de acceso o los accesorios.